miércoles, 11 de junio de 2014

Los valientes de Colombia


Quienes habitamos Colombia hemos nacido y crecido bajo el sino de la violencia y este hecho trágico nos ha convertido en una sociedad que fácilmente hace apología de la guerra, que rinde culto a aquellos que andan armados; esta manera de existir ha dejado estelas de personajes famosos por su violencia: Sangre Negra, El Mexicano, Pablo Escobar, Carlos Castaño, Tiro Fijo, y otros centenares, todos ellos con sus contrapartes tanto desde el estado como desde la ilegalidad.
Los anteriormente nombrados y otros miles están muertos, pero la guerra está viva, la seguimos alimentando, aún peor gran parte de la sociedad la sigue deseando, algunos pocos por que se lucran de ella, porque es su forma de vivir, por su espíritu vengativo y dominante; muchos otros porque están embrujados al haber crecido en una familia y una sociedad que se precia de “valores” machistas, excluyentes y guerreristas; que sólo ven como posible solución a todo, la fuerza, la imposición; y aspiran que los mismos principios sean aplicados al grueso de la sociedad como única forma de superar contradicciones y dificultades.
Esta manera de existir rinde culto al violento, pone en la cúspide de la sociedad a aquel que anda armado y está dispuesto a usar sus armas para obligar a sus verdades, y por lo tanto se opacan y se ignoran a los valientes de Colombia: a todas las mujeres que muy temprano inician su doble jornada, la de cuidar su familia y la de trabajar; a los campesinos que aún sin salir el sol ya tienen sus manos untadas de tierra; a los estudiantes y graduados que suman años de dedicación, de disciplina y de sueños; a quienes han aprendido un oficio y nos entregan su saber desde la mecánica, la albañinería, la panadería; a quienes han nutrido durante años con su esfuerzo y esperanzas un pequeño negocio; todos ellos son los valientes de Colombia, los que aún con miedo de los que andan armados no se detienen para construir sus vidas, las de sus familias y la sociedad, a estos valientes es a los que hay que destacar, los que tienen que ser ejemplo y desmitificar a todos aquellos que vociferan la guerra y no los sueños; porque los armados son sólo expresiones del monstruo canibal que destruye insaciablemente lo que los valientes crean.
He crecido en un mundo político en el cual cada cuatro años el péndulo de la elección presidencial depende del discurso que ofrezcan los candidatos frente a la guerra, me recuerdo de niño pintando palomas blancas, en el andén, por la esperanza que ofrecía Belisario Betancur al inicio de los 80, me recuerdo cuando Uribe ofrecía, y ganó con ello, la guerra total y su compromiso de derrotar al monstruo en cuatro años, Uribe estuvo en el poder ocho años no cumplió su promesa, y aún peor, emergieron las consecuencias de la guerra descontralada que se inventa al enemigo en cada disenso; ocho años más de guerra con miles de víctimas, con más victimarios y el monstruo apenas corrido un poco más lejos de lo urbano, pero monstruo vivo, readaptado y vigoroso.
Hoy la disyuntiva es igual, tener la certeza de más años de guerra apalancados por Uribe o tener la esperanza de continuar un proceso de paz.
Ante la certeza de la guerra y la esperanza de la paz creo que la mejor manera de proteger a los niños, a las mujeres, a los adultos y a la naturaleza es eliminando la guerra, no agregando más vidas y recursos a la gran máquina de matar; este monstruo se fortalece cuando se le ataca desde su lógica, pero incapaz de resistir la reconciliación, el respeto y la inclusión. Si se le ha dado gabela a la guerra durante décadas es hora de cambiar la fórmula y darle la oportunidad a la negociación, es hora de paralizar y no alimentar más al monstruo, para que como consecuencia natural se vaya desmoronando por su inoperancia e inanición.
Es mi deseo y acción que nuestra próxima discusión política esté mucho más allá de si acallar o no los fusiles porque estos ya estarán solos, quietos y fríos.


jairmontoyatoro@gmail.com
@jairmontoyatoro

martes, 3 de junio de 2014

Las masas los prefieren sádicos y educando en defensa propia...

“... Como una mujer que prefiere someterse al hombre fuerte antes que dominar al débil, así las masas aman más al que manda que al que ruega, y en su fuero íntimo se sienten mucho más satisfechas por una doctrina que no tolera rivales que por la concepción de la libertad propia del régimen liberal; con frecuencia se sienten perdidas (las masas) al no saber que hacer con ella (con la libertad) y aún se consideran fácilmente abandonadas. Ni llegan a darse cuenta de la imprudencia con la que se les aterroriza espiritualmente, ni se percatan de la injuriosa restricción de sus libertades humanas, puesto que de ninguna manera caen en la cuenta del engaño de esta doctrina...”

Adolf Hitler, Mein Kampf (Mi lucha), 1.939, Pág. 56 Citado por Erich Fromm en el miedo a la libertad, 1.941, Pág. 247

Pensar a Colombia desde referentes como los propuestos por Erich Fromm, en su libro el Miedo a la Libertad, es fructífero, ayuda a conocer y sentir un poco más lo que somos, lo que cultivamos como sociedad de manera generalizada.

Iniciar este artículo leyendo a Hitler, tratando de conocer y entender como decenas de millones de alemanes se sumaron animados a la exclusión, a la eliminación, a la negación del otro, a la propuesta de su líder autoritario, pendenciero y mentiroso; hace saltar de manera protuberante similitudes entre ese Hitler y esa sociedad alemana y alguno de nuestros “mesías” y quienes lo acompañan; los cuales proponen mantener (así sea de manera velada) la guerra como fin último, como manera de existir, como estilo de sociedad.

Fromm nos ha ayudado a entender que no sólo hay un carácter individual, sino que también hay un carácter social y que aquellas sociedades que aceptan, reclaman y hasta idolatran líderes autoritarios, son sociedades con carácter sadomasoquista, sociedades que desean y propician el abuso contra sí mismos y aún peor, lo avalan y lo defienden como un estilo natural de poder y orden social. "La dominación sádica se caracteriza por el deseo de hacer del objeto (de la masa) un instrumento pasivo en las manos de la persona sádica (el líder)” Erich Fromm El Miedo a la Libertad.

Como alguno de nuestros líderes políticos entiende, conoce y cultiva de manera exitosa esta enfermedad nuestra, y como utiliza su discurso y estilo excluyente para perjudicar a sus propios electores, beneficiar a su élite, y avasallar a aquellos que se percatan y oponen a su argucia

La salud política pasa por la salud mental; una sociedad con poca salud mental, producirá un régimen político enfermo y abusivo como el que padece Colombia; pero este mundo no puede ser sólo desesperanza, hay que contraponer desde cada espacio, desde cada luz, desde cada conversación, la posibilidad de influir para una sociedad más saludable, más equilibrada; recordemos que la salud es un reflejo del equilibrio físico, mental y social; es equilibrio no un estado de perfección ni boberías parecidas.

Y para cultivar estos caminos se puede por ejemplo recordar al filósofo Fernando Savater cuando dice que “hay que educar en defensa propia” y lo argumenta desde recordarnos que cada uno de aquellos con los que compartimos nuestro territorio también influencian, deciden y votan; y claro si aquel que tiene el mismo poder que yo lo hace con menos información, con menos discusión, con más sectarismo, con más masoquismo, tiene una alta posibilidad de elegir el peor y elegir en contra de si mismo y de todos aquellos que compartimos el territorio.

Entonces esto deja de ser un asunto individual y se convierte en asunto social que me involucra a mí, a usted, a nosotros; por esa razón no es posible aislarse, hacerse el desentendido, es un momento de responsabilidad y de decisión; es un momento para no tener vergüenza de elegir, sino para tener fuerza y esperanza para defender una oportunidad; hay que ayudar a que las masas no amen más al que manda, que amen la libertad, que se amen ellas mismas.

Es necesario ayudar a sanar este país, es necesario ayudar a quitar “el embrujo autoritario” con el cual se ha llevado a la muerte y a la precariedad a millones de colombianos, hay que ayudar a animar la esperanza, la inclusión y sacar de cada uno de nosotros este estilo mandón, pendenciero, excluyente, mentiroso, con el cual hemos crecido; y avivar los espacios, tímidos y perseguidos, que intentan construir un mundo desde la reconciliación, el reconocimiento, el respeto, LA PAZ.

jairmontoyatoro@gmail.com

@jairmontoyatoro


Ir al libro El Miedo a La Libertad