Existen poderosos que son abusivos
congénitos, se engolosinan demostrando que para ellos no hay límites fuera de
sus deseos; abundan los que se creen con derecho a ser desorganizados, a no dar
instrucciones precisas, a saltarse las normas y hasta pretender que sus
subalternos posean artes adivinatorias frente a lo que quieren y como debe
hacerse.
¿Por qué un oficial de alto rango, con
ominoso salario, que comete una infracción de tránsito abusa de su puesto para
no pagar el comparendo y hace degradar al subalterno que de manera correcta
impuso la multa?
Los abusivos son tema frecuente en los espacios de
murmuración y desahogo del día a día, se describen hasta la saciedad sus
excesos, pero hay que percatarse que más allá de la fuerza de los poderosos
para atropellar, los subordinados también son responsables ya que
frecuentemente encubren y hasta acolitan sus extralimitaciones; como resultado
de ello nuestra cultura ha infundado en la sociedad un deslumbramiento enfermizo
por quien detenta el poder.
El embobamiento lleva a tomar al superior como
medida de todas las cosas sin fundamento mayor que la fascinación por aquel que
sobresale en la jerarquía, se le eleva a la categoría de gran autoridad en
todos los temas, siendo en muchas ocasiones apenas un aficionado de lo que
opina; se le convierte en molde de gustos, chistes y hasta exclusiones.
Impresiona ver la cara excitada de alguien que
narra su encuentro casual con “el doctor”, evoca con detalle cada palabra, cada
gesto de una conversación intrascendente, entonces su interlocutor recuerda que
en la actividad de fin de año ”el doctor” comió lechona, para dar prueba de sus
momentos de terrenalidad.
Pululan defensores de los excesos del poderoso, son
benevolentes y blandos sin argumento distinto que padecer como natural el
comportamiento abusivo; esa idolatría muta hacia la alcahuetería que traspasa
la vida personal y afecta los objetivos organizacionales; convierte la tarea en
un camino donde importan más los caprichos del jefe que la calidad y
pertinencia del resultado institucional.
Ejercer el poder es una función social importante y
difícil, el mando debe soportarse en la
capacidad y merecimiento de quien lo detenta, en aquellos que puedan guiar al
grupo de manera retadora y digna; en quienes logran que cada uno de los
participantes den lo mejor de sí.
Se debe trascender de relaciones jerárquicas
morbosas hacia correspondencias de liderazgo, respeto y responsabilidad; no se
puede ser indulgente con quien usa mal su cargo o posición, esto también está
en manos del subordinado.
¡Hay que llevar al poderoso a sus justas
proporciones!
No hay comentarios:
Publicar un comentario